
Cada noche se sentaban alrededor de su vieja camilla con un mantel de flores ya difuminadas por el paso del tiempo.
Debajo a ella le gustaba poner fotos de santos y a él
recortes de periódicos que en algún momento le había parecido interesante.
Escuchaban la radio mientras ella confeccionaba mantelitos de ganchillo para el ajuar de sus nietas.
Él la miraba en silencio y en su mente dibujaba el rostro de aquella mujer a la que había conocido, ya ni recordaba cuantos años y de la que se enamoro en cuanto la vio en la verbena de su pueblo.
Su rostro ya no era terso, su cuerpo encorvado y diminuto, sus manos temblorosas y sin fuerza, sus ojos hundidos y sin brillo
Pero él la seguía encontrando hermosa,veia en cada arruga una experiencia vivida a su lado, seguía amándola , no con la pasión de la juventud , era otra clase de amor, un amor sereno, su otra mitad, su complemento del día a día, su compañera de fatigas...
Ya no pensaba en los planes para mañana ni el hacer todas esas cosas pendientes que habían quedado por el camino, solo deseaba cogerla de la mano y al igual que habían entrado en esa casa juntos, salir de ella llevandose todo lo vivido.
Gala